EDGAR GARCIA
Jefe del Departamento de Desarrollo Porcino, Teagasc; Profesor adjunto, Facultad de Medicina Veterinaria, Universidad de Dublín
La nutrición y la sanidad animal son dos áreas difíciles de casar en cualquier empresa de producción porcina o avícola. Esta separación se hace obvia si tenemos en cuenta que en estas empresas el nutrólogo (a menudo veterinario de formación) y el veterinario son dos personas diferentes que, frecuentemente, no trabajan juntas.
El problema no acaba aquí ya que cualquiera de las guías, normas o recomendaciones nutricionales disponibles contiene muy poca información sobre como tener en cuenta en la formulación de dieta el estado sanitario del animal.
En general, la relación sanidad-nutrición es bidireccional y cada sentido de esta relación tiene implicaciones muy diferentes.
En un sentido, la nutrición que el animal recibe puede predisponer a una mejor o peor respuesta inmune ante un problema clínico o subclínico.
Este efecto de los nutrientes sobre la salud del animal está hasta cierto punto bien descrito.
En el otro sentido, el estado sanitario del animal afecta directamente a sus necesidades nutricionales.
Este efecto de las patologías sobre los requerimientos nutricionales de los animales no está tan bien descrito en las recomendaciones nutricionales y presenta grandes retos para poder avanzar en su conocimiento.
En lo que al sistema inmune se refiere, está bien caracterizado tanto en cerdos como en aves y se conocen bien las diferentes respuestas. En general, respuestas de tipo inespecífico, como la respuesta inflamatoria, correspondería a la expresión “matar moscas a cañonazos” y es una estrategia que puede salvar la vida del animal en ausencia de otras opciones.
Uno de los problemas más graves de este tipo de respuesta es que generan cambios comportamentales en el animal que son muy efectivos en su medio natural, pero son inútiles en un entorno de granja, especialmente la hipo/anorexia que acompaña a los estados febriles.
Por el contrario, las respuestas de tipo específico, como por ejemplo la respuesta humoral, son mucho más eficientes y económicas a pesar de que su desarrollo sea complejo.
El efecto de la nutrición sobre la respuesta inmune del animal ante retos sanitarios tiene su mejor ejemplo en como los ácidos grasos y las vitaminas modulan la arquitectura del sistema inmune de las aves.
El caso mejor descrito, aunque no siempre fácil de aplicar en la práctica, es la modulación que los ácidos grasos omega 3 de cadena larga, ejercen sobre el equilibrio entre la respuesta inmune inespecífica (inflamación) y la específica en las aves.
A partir de porcentajes relativamente moderados de inclusión en las dietas (3-4% de grasas ricas en estos ácidos grasos), la inclusión de omega 3 produce una serie de cambios relativamente bien descritos a nivel molecular que disminuyen considerablemente la respuesta inflamatoria y por tanto el despilfarro de recursos cuando no es necesario.
El efecto de la patología en los requerimientos nutricionales de cerdos y pollos es evidente en el caso de los cambios de requerimientos de aminoácidos en casos de problemas clínicos o subclínicos.
Este tipo de problemas, especialmente si hay una activación de la respuesta inmune inflamatoria, suelen estar asociados a catabolismo muscular para poder sintetizar las proteínas necesarias para la respuesta inmune.
Un aspecto fundamental cuando tratamos de entender el binomio sanidad-nutrición es entender las limitaciones de las diferentes metodologías utilizadas para su estudio.
En muchos casos hace falta un reto inmunológico para poder observar los efectos de la nutrición sobre el sistema inmune. Así, el uso de substancias como el lipopolisacárido (LPS) de E. coli o Salmonella o de bacterias de efectos conocidos, es bastante común.
Sin embargo, debemos entender que estas son situaciones experimentales que raramente representan los problemas patológicos que nos encontramos en las granjas donde varios patógenos conviven a la vez a dosis infectivas y con virulencias muy diversas.
El uso de muchas técnicas centradas en la salud intestinal también puede llevar a error si nos centramos demasiado en la salud intestinal como sinónimo de la salud del animal. No debemos olvidar que alrededor del intestino hay un animal completo.
Aún más importante, debemos recordar que alrededor del animal hay una granja y que la nutrición no hace milagros y unos mínimos sanitarios y de manejo son necesarios.
Esto en muchos casos es un problema a la hora de optimizar el uso de aditivos alimentarios en el nuevo contexto donde el uso de antibióticos y zinc no es común.
En esta ponencia se describirán las metodologías básicas para entender la relación sanidad-nutrición, algunos de los ejemplos más claros de esta relación y los cambios que son necesarios para mejorar en el futuro la adaptación de las dietas al estado sanitario de cada granja.