Invertir en la ternera para potenciar la vaca lechera

CECILIA CAJARVILLE

Catedrática de Nutrición en la Facultad de Veterinaria, Universidad de la República (UDeLaR), Uruguay

Una adecuada cría y recría de hembras lecheras consiste en lograr que, sin dejar de expresar su potencial genético, los animales comiencen a producir lo antes posible, maximizando así la producción de leche a lo largo de la vida.

Las ventajas de programar el primer parto a los 24 meses, o incluso antes, han sido demostradas, pero es imprescindible que la vaquillona haya alcanzado en ese momento el 82-85% de su peso vivo (PV) adulto (Van Amburg et al., 2019).

Sabemos que la alimentación durante la cría y recría temprana tiene efectos inmediatos y residuales sobre:

El crecimiento corporal.

El desarrollo digestivo.

El desarrollo reproductivo.

La producción de leche (Terré et al., 2006; Mendoza et al., 2016; Soberon et al., 2012).

A continuación, se presentan algunos puntos que se consideran claves para esta etapa.

Todo comienza con calostro en cantidad suficiente e inmediatamente del nacimiento.

El aporte del calostro es mucho mayor que el de proveer inmunoglobulinas al lactante. Además de energía y proteínas, sus vitaminas, hormonas y factores de crecimiento impactan positivamente en el crecimiento del ternero y en su futura vida productiva.

Esta es la razón por la cual hoy se recomienda suministrar calostro durante varios días, cuidando los tratamientos térmicos (pasteurización) que pueden afectar otros factores nutricionales tan valiosos como las propias inmunoglobulinas (Heinrichs et al, 2020 y Kargar et al, 2020).

En la etapa pre-desleche el crecimiento de los terneros depende de la ingesta de leche o sustituto lácteo (SL) (Drackley, 2008). Durante las primeras 4-7 semanas de vida el alimento líquido suele ser la principal fuente de nutrientes (De Trinidad, 2014; Silva et al., 2018).

En las primeras semanas además los terneros consumen muy poca cantidad de alimento sólido (Khan et al., 2016) y tienen una capacidad limitada de extraer nutrientes de éste (Quigley, 2019).

Varios trabajos resaltan la importancia de esta etapa en el crecimiento posterior. Incluso, algunos autores señalan que la mayor cantidad de nutrientes de terneras lactantes llevaría a aumentos de la producción de leche en la primera lactancia (Davis Rincker et al., 2011; Soberon et al., 2012).

Esto ha llevado a un cambio de paradigma en la cría de terneras de reposición.

Tradicionalmente la alimentación de terneras lactantes estaba diseñada para estimular prematuramente el consumo de sólidos y reducir los costos de alimentación.

Para ello se suministraban lácteos en cantidades equivalentes al 8-10% del PV, lo cual es restrictivo, considerando que las terneras pueden consumir el 20% del PV en leche cuando están amamantando o si se les ofrece SL ad libitum (Jasper y Weary, 2002; Mendoza et al., 2010).

Debido al impacto que el manejo en esta etapa podría tener sobre la salud y el desarrollo digestivo, así como sobre la producción a largo plazo, es que en los últimos años se han replanteado las estrategias de alimentación de las terneras lactantes.

La llamada “cría acelerada” consiste en duplicar el consumo de leche o sustituto con respecto al manejo tradicional, aproximándose a lo que sería el consumo en una lactancia natural del ternero con su madre (Drackley, 2008).

En estos sistemas, la mayor ingesta de lácteo disminuye la ingesta de concentrado en el período predesleche.

Según un meta análisis (Gelsinger et al., 2016), el consumo de concentrado de iniciación disminuye 66 g de MS/100 g adicionales de MS proveniente de la leche.
Este aspecto es importante, porque los terneros que consumen menos concentrado durante el periodo predesleche, tienen al desleche una menor capacidad para digerir, y menor flujo de nitrógeno microbiano al duodeno por una menor actividad fermentativa ruminal (Terré et al., 2006 y 2007; Hill et al., 2010).

Mientras que los terneros que consumen únicamente leche desarrollan un microbiota en la que predominan los Lactobacilos spp. (fermentadores de lactosa y generadores de ácido láctico).

Los que, además, consumen concentrado desarrollan una microbiota más diversa y capaz de fermentar carbohidratos no fibrosos (Dias et al., 2017), produciendo más propionato y butirato, principales estimulantes del epitelio ruminal (Nakamura et al., 2018).

Quigley et al. (2019a; 2019b) analizando ensayos de digestibilidad en terneros lechales concluyeron que éstos alcanzan la máxima capacidad para extraer energía del concentrado cuando consumieron al menos 15 kg de carbohidratos no fibrosos antes del desleche.

Uno de los aspectos críticos de los sistemas de cría acelerada es que los terneros consumen menos concentrado, por lo que el desarrollo ruminal pre-desleche será menor y esto podría acarrear mayores dificultades para adaptarse a la dieta pos-desleche (Gelsinger et al., 2016; Hu et al., 2020).

Un tema adicional a tener en cuenta es el suministro de alimentos fibrosos durante estas primeras etapas.

Si bien el aporte de forrajes groseros ha sido cuestionado por interferir con el consumo de concentrados (Drackley, 2008), parecería que una ingesta limitada favorece el crecimiento anatómico del rumen y desarrollo de su pared, promueve la rumia, y contribuye a reducir los comportamientos orales aberrantes, entre otras ventajas (Suárez et al., 2007; Khan et al., 2011; Castells et al., 2012, NASEM, 2021).

Pocos estudios, sin embargo, han profundizado en evaluar el momento en que deberíamos invertir más esfuerzos para potenciar a la futura vaca lechera.

En dos publicaciones recientes, Bruinjé et al. (2020) y Rosadiuk et al. (2020) estudiaron distintos niveles de alimentación antes y después del desleche, observando escasas interacciones en crecimiento corporal y desarrollo digestivo entre el nivel de alimentación y el período de aplicación de dicho nivel, por lo que ambos períodos de la vida deberían contemplarse.

Albino et al. (2015) resaltan la importancia de cuidar la relación entre la proteína y la energía suministrada en dietas de terneras, más que la densidad energética o las ganancias diarias de peso vivo (PV).

Dietas con alta energía y bajos aportes proteicos podrían aumentar la proporción de tejido adiposo depositado en ubre, y con ello reducir a futuro, la capacidad de producción del animal.

Los autores concluyen que, en dietas formuladas para ganancias diarias de PV ≥ 700 g/d, deberíamos aportar al menos 38g PM/Mcal EM.

Todavía queda mucho por estudiar sobre las etapas iniciales de la vida de las vacas lecheras.

Lo que es claro es que esta etapa involucra cambios fisiológicos muy importantes, no siempre atendidos, que deben cuidarse considerando que esperamos una larga vida productiva de las vacas lecheras.

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